Convulso

Como el tiempo, últimamente. Convulso. Como ese pensamiento que arrastramos durante el día pero acallamos, -y nos callamos- porque hemos aprendido y, sobre todo, aprehendido, que es mejor no entrar en conflicto, que es mejor no ser discordante. Considero que no hay una realidad mayor que la discordancia, ni más real, ni más tangible aunque sea sumamente efímera, temporal, caduca. Da igual lo que opines, porque alguien, estará en desacuerdo. Un desacuerdo que últimamente se ha convertido en insulto, en absoluta intolerancia. En un perro ladrando detrás de una reja, sabiéndose protegido. Imponiendo su voz porque puede. Sin más.

La diversidad de opiniones y pensamientos ha perdido sus fronteras, se ha desdibujado y ahora queda un garabato que encasilla con facilidad. Que estereotipa a golpe de click. Un garabato que cree que te conoce [y tú que todavía te estás inventando a ti mismo] y se permite el lujo de juzgarte.

En ese mundo donde ya no se conoce la asertividad, y a muchos les parecerá un «palabro», cada vez somos más los que nos sentimos pequeñitos. Será por eso que dicen de que no merece la pena discutir con un idiota, o por aquello otro de que las mentes pequeñas son siempre las que más gritan. Pero, al final, yo- y supongo que tú también, he optado muchas veces por silencios como toda respuesta y opinión. Yo, que no me callo ni dormida, prefiero cruzar las piernas y mirar, como si estuviera sentada en el Muelle de Gamazo en Santander con un sol que rabia en la cara, hasta dónde llega esta convulsión, y si- de una vez por todas- nos remueve los cimientos.

Deja un comentario